El costalero interino. Microrrelatos de Semana Santa

El depósito

Ha dicho que tenía que hacer unas gestiones.

Ha dicho que tenía que hacer unas gestiones. / Rafael Alcázar

Esta mañana Macu ha pedido permiso en el trabajo. Ha dicho que tenía que hacer unas gestiones. Un depósito a cuatro años que vencía hoy, balbucea. Ha soportado con una sonrisa las bromas de los compañeros, que la llamaban rentista.

Ahora se encuentra a las puertas de San Antonio Abad, esperando a que abran. Hoy, 1 de marzo de 2024, primer viernes de marzo, hay besapiés. Es el primero desde aquel lejano 6 de marzo de 2020.

Aquel día Macu no necesitó pedir permiso. Simplemente cambió el café con los compañeros por una visita al Nazareno. Ella, que no es de besar imágenes, tuvo entonces un arranque. No se limitó, como otras veces, a mirarle a los ojos, a rezarle, a sentir el escalofrío de la madrugada de azahar ya casi al alcance. Se acercó y, sin saber bien por qué, depositó un beso en su talón. Lo siguiente lo recuerda como a cámara lenta. Un muchacho vestido de damasco rojo a punto de limpiar el pie de la imagen con un pañuelo brocado, con ademanes casi palaciegos. El hermano mayor interrumpiendo aquel pequeño rito, entre religioso e higiénico, para decirle algo al oído al de la librea. Ella preguntándose si habría hecho algo malo. Y descubrir atónita que después de ella ya no dejarían que nadie más se acercara a besar la imagen. Un cartel, minutos después, lo explicaba: siguiendo recomendaciones del arzobispado, el besapiés se había convertido en un acto de veneración.

Por eso, este año Macu necesita ser la primera. Nerviosa, se coloca ante el Señor y se deja inundar por la mirada del Varón de dolores. Piensa en estos cuatro años, en la pandemia, apenas un mal recuerdo disuelto en la neblina. En todo lo que ha pasado en su vida en este tiempo. En lo que ha perdido. En cómo tantas veces sacó fuerzas de una obstinada certeza: su beso seguía allí, intacto en aquel pie, tan descalzo y herido como ella. Se acerca a la imagen, donde le espera el beso suyo ahora multiplicado, oloroso a lirio y a azahar.

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