El jaramago fue siempre símbolo de lo abundante, pero de forma negativa: una “mala hierba”, molesta y vulgar, propia de tejados y solares. Aunque hoy no se ve mucho, pues cada vez hay menos tejas y más herbicidas. Incluso se la mira como una planta auténtica y propia de nuestro clima… no es mala idea, al ritmo que vamos pocas plantas nos van a quedar.

Al llegar la Cuaresma crecen como antiguos jaramagos las malas poesías, incluyendo ripios, como dijo Paco Robles. Aprovechando la primavera aparece una literatura ramplona, acompañada de sus hermanos los tópicos y también de erróneas historietas. Ripios y tópicos crecen en todo tipo de medio: pregones, libros, carteles, fotos, músicas… una y otra vez, como los jaramagos vegetales estos jaramagos semanasanteros proliferan cada año en mayor cantidad.

Pero cuando se ve sólo como una mala hierba se ignora que el jaramago es también una planta beneficiosa para la salud. Por ello la abundancia de actos que persiguen un fin benéfico y asistencial es siempre bienvenida. Un ejemplo es el ciclo de conciertos Cristo de la Sopa en el Santo Ángel, los viernes y sábados de Cuaresma, con buen objetivo y buenas bandas. No se lo pierdan.

Además el pobre jaramago también es sencillo, cercano y entrañable. Podría ser símbolo de otra realidad, de la autenticidad y la humildad. La verdad de la Semana Santa puede vivir en la humildad (gran virtud) y la intimidad (nostalgia de muchos) de pequeños pregones, de carteles de grupos y tertulias, de fotos de aficionados… en ellos la calidad no es lo más importante. Lo fundamental es la autenticidad, que puede haber hecho crecer un “jaramago”, pero que ha conservado el carácter de la Ciudad ante tantas tentaciones, como el éxito masificado y facilón, o el mercantilismo que vende el alma sevillana por dinero. Por el camino de la autenticidad es posible llegar al Conocimiento y la Cultura, a la verdad histórica y a la calidad literaria.

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