Los artesanos de Sevilla frente a la cámara de Claudio del Campo

Los artesanos sevillanos ante Claudio del Campo

Maria Varona en Casa Sentida

Maria Varona en Casa Sentida

No hay artista que se precie en Sevilla que no haya acercado su obra alguna vez al objetivo de Claudio del Campo, fotógrafo de prestigio internacional afincado en Gelves e hijo mayor del recordado pintor Santiago del Campo y de su primera esposa, Manuela Peñalver. Galerías, artistas, museos y ferias confían habitualmente a Del Campo las fotografías de sus catálogos, conscientes del respeto y devoción que este artesano de la cámara muestra por los procesos creativos y sabedores de la discreción con la que se introduce en esos talleres y estudios que son una prolongación de sus propias vidas.

Tal vez por ese recato y mesura que le caracterizan como persona, Claudio del Campo ha mantenido silenciada y oculta su obra más personal, que apenas ha podido verse integrada en exposiciones colectivas o fuera de los museos, en esos espacios que, como la galería-taberna Ánima que regenta Peter Mair, comparten la actitud celebratoria, humilde y anárquica ante la vida y el arte del propio Claudio del Campo.

LAS IMÁGENES CAPTAN LA ATMÓSFERA ÍNTIMA DE LOS TALLERES Y LA DEDICACIÓN ATENTA DE LOS ARTESANOS

Sin embargo, el público pudo admirar en la Avenida de la Constitución la que vendría a ser su primera exposición individual, un trabajo donde retrata una treintena de talleres de la provincia por encargo de la Federación Artesanal de Sevilla. Esta serie, que se distribuye en esos mupis negros que los viandantes encuentran en la Avenida a la altura del Archivo de Indias, trasciende por su calidad el trabajo de encargo, pues Claudio del Campo recorrió durante más de un mes todos los talleres seleccionados y logró, como suele ser habitual en su producción, un complejo retrato psicológico de los modelos y un tratamiento de la luz que enriquece y revela la calidad de los materiales que trabajan, como la seda, el papel, el vidrio, la cerámica, la plata o el cuero.

Algunas de las fotografías sobre las que merece la pena llamar la atención, por sus esmeradas composiciones y su cromatismo, capaz de sobrevivir a la lluvia y los inconvenientes que plantea una exposición así al aire libre, nos descubren, por ejemplo, la trastienda del taller de sombreros y tocados que Patricia Buffuna tiene en la calle Don Alonso el Sabio, por cuya escalera desciende su hija, que asoma de las sombras gracias a la luz cenital de un foco que articula la escena. No menos sugerente es la fotografía que muestra trabajando a Antonia Rubio en su taller de pintura sobre seda, completamente absorta en sus quehaceres y ajena a la cámara de Claudio del Campo, a quien sí mira atentamente su perra Lulú, repantingada debajo de la mesa.

Ecos del trabajo como retratista de su amigo Atín Aya y de los claroscuros de la pintura barroca italiana y española, tan presentes en su imaginario, enriquecen las texturas de esta serie de treinta fotografías que nos invita a ver, desde otra óptica, el trabajo de los artesanos de la provincia de Sevilla y a comparar sus creaciones con el género que estos mismos protagonistas, caso de los diseños en porcelana de la ceramista japonesa Yukiko Kitahara, venden en las casetas ubicadas junto a la Catedral. Una muestra para descubrir estos oficios mientras se recorre la ciudad y cuyas fotografías originales merecerían colgar pronto de las salas de algún museo o galería.

Charo Ramos

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