Exposición

Cristobal Balenciga, un legado atemporal

Una de las piezas expuestas en la exposición. EFE/Javier Etxezarreta.

Una de las piezas expuestas en la exposición. EFE/Javier Etxezarreta.

Entre las piezas expuestas figuran, por primera vez, nueve trajes cedidos por la Casa Balenciaga de París, que reflejan la colaboración entre ambas instituciones y supone un "paso estratégico" en el futuro del Museo, ha señalado en la presentación de la muestra la diputada de Cultura de Guipúzcoa, Ikerne Badiola.

Con "Cristóbal Balenciaga. Un legado atemporal. Colección III", inaugurada en el museo ubicado en Getaria (Guipúzcoa) aporta "dinamismo a la colección propia" con el objetivo de alejarse del estatismo de las muestras permanentes.

Para ello, se ha optado por un discurso expositivo diferente que apuesta por lo didáctico y que, además de las características fundamentales del modisto, profundiza en las influencias que subyacen en sus modelos así como en la repercusión contemporánea.

La muestra ocupa tres salas del museo en las que se exhiben piezas emblemáticas reflejo de la evolución del maestro desde sus inicios, como una elaborada en 1925 en el taller de San Sebastián, una época de la que se conservan pocas referencias.

Junto a un vestido, negro y con largos flecos en la falda al gusto de los años veinte, ocupan la primera sala un conjunto de creaciones de los años treinta y cuarenta, que constituyeron la consolidación del genio de Balenciaga y marcan su rotundo éxito en la alta costura de París.

En ellas, puede apreciarse el historicismo del que hizo gala el modisto en "capelinas" que recuerdan a los atuendos del siglo XVIII o un "deshabillé" de noche en raso de seda, color pardo, que recuerda al traje de montar a caballo femenino del siglo XIX.

Los guiños a la cultura española, como toreras, mantillas, tejidos rústicos profusamente bordados o la tradicional capa que utilizaban las autoridades en la época, son también recursos con los que Balenciaga deslumbró a los modistos parisinos tras su desembarco en la capital de la moda en 1937.

La segunda sala está centrada en la época dorada de Balenciaga, entre los años cincuenta y sesenta, cuando lideró la alta costura internacional y demostró su capacidad de innovar y crear, porque "fue siempre un paso por delante de sus colegas parisinos y marcó tendencia", ha subrayado la comisaria.

Para explicar esta época, se han ordenado las piezas en torno a algunos de los motivos cruciales en la creación de Balenciaga. Entre ellos figura el bordado, como el "espectacular" de un vestido de noche en raso de seda color lila de 1966; el "traje túnica" que introdujo la modista Madame Vionet en los años treinta y en el que se recupera la silueta clásica.

No faltan en esta fase varios "vestidos saco" que Balenciaga inventó en 1957 y en los que impuso las formas fluidas en unos años en los que dominaba la silueta constreñida a golpe de corsé.

También se recoge el gusto de Balenciaga por los estampados, muchos de ellos abstractos, el volumen y los encajes, que utilizaba para suavizar y adaptar al gusto de sus clientas los cortes minimalistas y radicales de muchas de sus creaciones.

En la última sala se exponen varias piezas que, apoyadas por infografías explicativas, muestran la técnica del modisto, una herencia que constituye el "legado fundamental" del creador de Getaria, en palabras de Arzalluz.

Este espacio arranca con un vestido de 1955 que evoca la vestimenta de la mujer en el siglo XIX, construido a partir de un complicado patronaje, y se cierra con una de las piezas estrella de la muestra: un vestido de coctel de 1967 "sin una sola costura", que demuestra que Balenciaga llegó a cotas de "minimalismo radical difícilmente superable", ha concluido Arzalluz.

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