El mantón de Manila, uno de los básicos del armario femenino

La sofisticación del mantón de manila

La reina Letizia con un vestido diseñado con un mantón de Manila, de Juan Duyos. / AGENCIAS

La reina Letizia con un vestido diseñado con un mantón de Manila, de Juan Duyos. / AGENCIAS

Una de las prendas más sofisticadas del armario de la mujer. El mantón de Manila supone en algunas ocasiones una joya que es cedida de generación a generación entre las mujeres de una misma familia. Seda bordada con dibujos vistosos o ramos de flores y flecos son los inconfundibles componentes de estos mantones, una de las prendas “más representativas del folclore nacional”, y fuente inagotable de inspiración para el arte español, desde los cuadros de Sorolla, a las coreografías del Ballet Nacional de España o el estilo de la reina Letizia.

En 1915, el artista valenciano Joaquín Sorolla pintó 'El baile', un lienzo protagonizado por cuatro mujeres que, ataviadas con sus mantones de Manila, celebran la fiesta andaluza de las Cruces de Mayo. Un siglo después, esta prenda sigue representando la tradición española dentro y fuera de nuestras fronteras, vestida por grandes figuras como la reina Letizia, quien en 2004, cuando todavía era princesa de Asturias, lució una falda confeccionada con un mantón negro de bordados en marfil firmada por Lorenzo Caprile, unos de sus diseñadores de cabecera. Numerosos medios se hicieron eco del look, ya que suponía un guiño perfecto a la cultura española además de ser una prenda muy favorecedora.

Allí, el mantón de la Reina se dio cita con otros prestigiosos mantones: los de 'El baile' de Sorolla, una obra realizada precisamente por encargo del centro como parte de la colección “Visión de España”, expuesta al completo en una de las salas del museo.

Catorce cuadros que recogen la esencia de la tradición española a través de los trajes regionales del país, y que en 2013 inspiraron otra obra de arte, el ballet 'Sorolla' coreografiado por Antonio Najarro, director del Ballet Nacional de España, una institución donde el mantón también tiene un espacio privilegiado.

Un ballet que, al igual que los lienzos que lo inspiran, hace un recorrido por todo el folclore español a través de los atuendos regionales y "todos los estilos de baile", desde el ballet clásico hasta los boleros. “Es el espectáculo más completo en el que he trabajado”, afirma su creador.

Una danza que refleja la admiración por el trabajo detrás de cada una de estas prendas, cuyo valor y riqueza reside no solo en los bordados, sino también en los enrejados, esos nudos de hilos que dan paso a los flecos, y sin los cuales esta prenda no tendría el vaivén pesado y solemne que tanto la caracteriza.

Del museo al teatro, pasando por la Casa Real

En “El baile”, los mantones se salen del lienzo para convertirse en la coreografía del número final de “Sorolla”, donde las bailarinas, vestidas de flamencas, hacen bailar las prendas diseñadas por el francés Nicolás Vaudelet, autor de buena parte de las casi 400 piezas que componen el vestuario de la obra.

En este trabajo, además de ser fiel a las tradiciones nacionales, el diseñador se ha afanado en trasladar el inconfundible estilo de Sorolla a una dimensión artística ajena al pintor, para lo que ha empleado una técnica de impresión que hace de sus prendas un nuevo lienzo para los cuadros del artista.

Así, los mantones sustituyen sus convencionales bordados por impresiones de las escenas recogidas en los cuadros, convirtiéndose en prendas donde conviven tradición y tecnología.

Ese trabajo creativo se complementa con tejidos “de mucha calidad”, que Najarro considera “fundamentales” para que las prendas “tengan un movimiento bonito”. Por último, la elección de bailarinas “físicamente grandes” garantiza que ese movimiento “se luzca”.

El mantón de Manila

En la obra de estos dos artistas, el mantón de Manila convive con otras prendas y accesorios igual de importantes para entender la tradición textil española, como el sombrero de Montehermoso, uno de los favoritos de Najarro, y protagonista del lienzo “El Mercado”.

“Son unos sombreros muy altos, que tapan las orejas y están cubiertos por espejos y lana de colores”, explica el bailarín, cautivado por la estética “espectacular” y “salvaje” de estos complementos que, asegura, “ni siquiera parecen españoles”.

Ese exotismo nacional aparece también en “La fiesta del pan”, el lienzo que representa Castilla y donde las mujeres lucen unos collares hasta las rodillas, hechos “de oro y diamantes”, que se suben a las tablas del Teatro Real de Madrid mediante un ingenioso delantal impreso para imitar esa “collarada”.

En el baile de Najarro tampoco faltan prendas de hombre como el sombrero cordobés y las chaquetillas y pantalones de talle alto, que podrían considerarse “el equivalente masculino del mantón de Manila”.

Al igual que el mantón, estas prendas se mueven entre la moda y el arte, desde los cuadros de Sorolla o Goya hasta la pasarela, siendo versionadas por firmas como Dolce & Gabbana, que en 2014 presentó una colección de hombre inspirada en el folclore español.

Los matones de Manila son una elección habitual entre las mujeres de la Casa Real española. La última en lucirlo fue la reina Letizia, que el pasado agosto, durante la recepción en el Palacio de la Almudaina (Mallorca), vistió un mantón con diseño floral, en fondo beige, transformado en vestido por el diseñador Juan Duyos.

Las variaciones y permutaciones del mantón de Manila ya habían sido la clave de estilismos anteriores de la reina Letizia, quien acudió al 75 cumpleaños de la reina Margarita de Dinamarca con un vestido de Felipe Varela, blanco, estampado con flores negras estilo mantón, y cubierto con un auténtico mantón en color noche.

Un tradicional gusto por los mantones de Manila de la monarquía española que ha representado a España en materia estilística a lo largo de los años, como durante el viaje oficial de los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía a Japón, en 2008. La infanta Elena, por su parte, siempre ha optado por versiones clásicas del mantón, como una prenda en seda turquesa, con flores bordadas en tonos pastel y larguísimos flecos ondulados, que lució en la gala del 450 aniversario de la Escuela Española de Equitación y en la entrega de unos premios de moda en el año 2010.

EFE

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