Hace miles de años, mujeres influyentes como Nefertiti o Cleopatra ya coloreaban de rojo sus labios. En aquellos tiempos, el carmín se guardaba en pequeñas latas y se extendía con los dedos o con un pincel.

Dos perfumeros franceses reemplazaron aquella especie de pomada por sebo de ciervo y cera de abejas, y la presentaron envuelta en papel de seda con forma de lápiz en la Exposición Mundial de Ámsterdam, el 1 de mayo de 1883.

Sin embargo, la historia de este cosmético no fue siempre color de rosa. Al principio, el carmín tenía mala fama, se asociaba a prostitutas y bailarinas de dudosa moral. La famosa diva francesa Sarah Bernhardt lo apodaba "stylo d'amour" (lápiz del amor), y además, en aquellos comienzos adquirir una barra de labios era un auténtico lujo, casi impagable. Su popularidad no se cimentó hasta los años 20 del nuevo siglo, de la mano del cine mudo.

El pintalabios "hecho en España" tardó un poco más: se comercializó por primera vez en 1922 y se llamaba "Milady", de Puig. En esa década se patentó también en Estados Unidos el primer rouge contenido en un tubo metálico giratorio.

Ahora, el lápiz de labios regresa en su rojo original, puntal para su 130 cumpleaños. "El rojo ha vuelto en masa", dice una dependienta en las galerías Lafayette de Berlín. La actriz Dita von Teese, musa del nuevo burlesque, lo ha vuelto a poner de moda, afirma.

DPA